26 octubre 2008

Cesare Pavese - A 100 años de su nacimiento

Cesare, la insolencia realista

Asomarse a un diario de vida es siempre regodearse con el vouyeur que todos llevamos dentro, el que espía y nos espía, interrogándonos acerca de las oscuras y luminosas aristas que la vida ofrece. El Oficio de Vivir, del poeta y novelista Cesare Pavese, es exactamente eso y mucho más. Es una larga confesión en la que el autor va consignando reflexiones que abordan el proceso creativo, la juventud, la madurez, la religión, el poder y el amor. Todos estos tópicos están vinculados por un hondo intimismo, el cual se entrelaza con la agudeza irónica - y hasta insolente y desafiante - de la voz de un hombre que por sobre todas las cosas padeció la peor de las tragedias: la imposibilidad de ser amado; o como expresa Pavese: “sólo sabe hacerse amar quien sabe hacerse odiar por la misma persona.”. Como un sino trágico e irónico de un diario escrito para dejar constancia de una vida, El Oficio de Vivir, culmina con el suicidio de quien lo dotó del latido interno e íntimo. Sirvan, como testigos de un clamor satírico y hondo a la vez, algunos pasajes escogidos arbitrariamente
Por Conrado Yasenza

27 de septiembre (1937)

La razón por la cual las mujeres siempre han sido “amargas como la muerte”, sentinas de vicios, pérfidas, Dalilas, etc., es, en en el fondo, sólo ésta: el hombre eyacula siempre –si no es eunuco- con cualquier mujer, mientras que ellas alcanzan raras veces el placer liberador, y no con todos, y a menudo no con el adorado –precisamente porque es el adorado- y, si lo alcanzan una vez, ya no piensan en otra cosa. Por el frenesí – legítimo- de ese placer están dispuestas a cometer cualquier iniquidad. Están obligadas a cometerla. Esto es lo fundamentalmente trágico de la vida, y el hombre que eyacula demasiado rápidamente haría mejor en no haber nacido. Es un defecto por el que vale la pena matarse.

30 de septiembre (1937)
Las únicas mujeres con las que vale la pena casarse son aquellas en las que uno no puede confiar para casarse.

6 de noviembre (1937)
El error más grande del suicida no es matarse, sino pensar en el suicidio y no cometerlo...El verdadero raté no es el que no logra éxito en las grandes cosas - ¿quién lo logra? – sino en las pequeñas. No llegar a construirse una casa, no conservar un amigo, no contentar a una mujer; no ganarse la vida como todo el mundo. Éste es el raté más triste.


7 de diciembre (1937)

¿Hablaría tanto el hombre del libre albedrío si fuera cierto que lo posee?. Quizá se trate de un postulado: queriéndolo, podemos ser libres, pero también podemos ser efectos. Pero, ¿y la elección inicial?.

Quien no se ha topado con al muralla de una imposibilidad física en cosas que interesan a toda la vida (impotencia, dispepsia, prisión, etc.) no sabe qué es sufrir. Y en efecto, para estos casos se ha inventado la renunciación: la desesperada tentativa de acreditarse un mérito en virtud de algo que, por lo demás, es inevitable. ¿Puede imaginarse algo más vil?.

Notable es el estado de quien no siente la tentación de lo que no hace; no el estado de quien se siente tentado y renuncia. En términos realistas, el primero es la paz, el segundo la tortura. Y que digan lo que quieran los que tienen debilidad por los héroes. Sufrir es una tontería.
Antes des ser astutos con los otros, es preciso que seamos astutos con nosotros mismos. Existe un arte en cuya virtud podemos hacer que las cosas ocurran de modo que, en nuestra conciencia, el pecado que cometamos sea virtuoso. Aprendamos de cualquier mujer.
El arte de hacerse amar consiste en tergiversaciones, fastidios, desdenes, avaras concesiones que epidérmicamente resultan dulcísimas y que ligan al desdichado con doble filo; pero en el fondo de su corazón y de su instinto hacen nacer e incuban un rabioso rencor, que se expresa en desestima y deseo tenaz de venganza. Hacer esclavos es una mala política; sin embargo, se ha empleado, y se la volverá a emplear.
La consabida tragedia: sólo sabe hacerse amar quién sabe hacerse odiar; por la misma persona.
Así termina la juventud: cuando vemos que nadie quiere nuestro ingenuo abandono. Y este final reviste dos modos: percatándonos de que no lo quieren los otros, y percatándonos de que no podemos aceptarlo nosotros. Los débiles envejecen del primer modo, los fuertes del segundo. Nosotros hemos sido de los primeros. Alegría.
En nuestro tiempo un hombre verdadero no puede aceptar con cautela el ananké de la guerra. O es pacifista absoluto o guerrero despiadado. El aire es crudo: o santos o verdugos. En buena hemos caído.
¿Por qué no es aconsejable perder la cabeza?. Porque entonces somos sinceros.

25 de Octubre (1938)

La fantasía humana es inmensamente más pobre que la realidad. Si pensamos en el futuro, lo vemos desarrollarse siempre según un sistema monótono. No pensamos que el pasado es un caos multicolor de generaciones. Esto puede inclusive ayudar a consolarnos de los terrores de la barbarización técnica y totalitaria del futuro. En los cien años siguientes podrá darse una serie de, por lo menos, tres momentos, y el espíritu humano podrá sucesivamente vivir en la plaza, en la cárcel o en los diarios.
Dígase lo mismo del futuro personal.

30 de julio (1939)

¿Existe , sí o no, progreso en la historia?.
Problema insoluble, porque mientras tú entiendes por progreso el acceso a la esfera absoluta de los valores morales, y todos los demás lo llaman técnica (astucia), otros se contentan precisamente con el mero enriquecimiento técnico de las condiciones del bienestar, y lo llaman progreso.
Es imposible llegar a lo absoluto por grados. Por lo tanto, no se puede encontrar lo absoluto en el fondo de una evolución histórica.
De ahí que el progreso (innegable) no se dirige hacia lo absoluto, sino que es cuantitativo.
Lo mismo ocurre en los individuos. Existe un progreso técnico, de astucia, de experiencia, pero el ciclo abarca los consabidos siete años. Tal era entonces, de modo absoluto, y tal es ahora, a los treinta y cinco.

9 de julio (1940)

Quien tiene una pasión dominante, en función de ésta odia al género humano, porque se le aparecen, en relación con su pasión, como rivales, o, en todo caso, como resistencias.


30 de enero (1950)

Es supersticioso quien sigue creyendo en un mito superado por la historia, en un mito para destruir el cual se cuenta con los medios necesarios...Quien ostenta un mito y ya no cree en él es un hipócrita, un reaccionario. El supersticioso puede ser fanático, el reaccionario es cínico. Es escéptico quien no cree en ningún mito. Es fatal quien realiza en sí un mito auténtico, en el que cree. El hombre fatal no es libre.
Crear un personaje enteramente libre es imposible. Las cadencias de su vida (que no pueden eliminarse) serán su destino.
¿Podremos llegar algún día más lejos y considerar hasta la libertad un mito?. ¿es decir, verla desde un punto tal que hasta ella misma se revele como destino?.


1° de febrero (1950)



La intuición realiza mito-religión.
La voluntad realiza historia-poesía o teoría.

Errores:

Con la intuición querer realizar historia,
Con la voluntad querer realizar mito.

La voluntad se ejerce sobre los mitos y los transforma en historia. Destinos que se tornan libertad.


25 de marzo (1950)


No nos matamos por amor a una mujer. Nos matamos porque un amor, cualquier amor, nos revela en nuestra desnudez, miseria, nada.


18 de agosto (1950)

Lo que tememos más secretamente siempre ocurre.
Escribo: oh, Tú, ten piedad. ¿Y luego?.

Basta un poco de valor.

Cuanto más determinado y preciso el dolor, más se debate el instinto de la vida, y cae la idea del suicidio.

Al pensar en ello, parecía fácil. Sin embargo mujercitas lo han hecho. Se requiere humildad, no orgullo.

Todo esto da asco.
Basta de palabras. Un gesto. No escribiré más.

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