29 noviembre 2006
Poema inédito de Juan José Hernández
Agradezco la gentileza del poeta y novelista Juan José Hernández por brindarme el poema que se reproduce a continuación.
EL VENTILADOR
Afuera, la siesta
de plomo agobia
las begonias en macetas.
Bosteza un gato.
En las cornisas del patio
arrullan unas palomas.
Dentro del cuarto
aspiro
el aroma moreno
de tu cuerpo desnudo
y anhelante.
Animal del deseo,
sigilosa pantera
que de un salto me atrapa,
jadea
y me lame la cara con unción.
(El cuarto a oscuras,
sofocante el calor).
Después, con el sosiego,
el sueño y las balsámicas
ráfagas de aire
del ventilador.
Juan José Hernández
23 noviembre 2006
En esta dulce tierra
Auscultaciones importadas por tiendas de sábanas abrazadoras que levantan a los astros de su siesta, de sus anchas almohadas lila mientras se rompe el razonamiento que padecemos austeramente, digamos, casi solemnemente frente a lágrimas desiertas, sin profundidad, sin hilos que trasvasen los desolados ríos de la noche y sus filamentos. Esta es nuestra tierra afincada en la perduración que crece desintegrándose cuando avanza ofuscada por su intestina lucha; cuando la astucia es un hallazgo definitivo y vapuleado; un calor que apelmaza y aturde para languidecer súbitamente, y súbitamente volver a trepar, trepanando el dolor que se recoge en espejadas semblanzas de pupilas que exigen ver más allá de las dádivas.
Qué ozono pútrido el de estas superfluas y temiblemente egoístas o perversas, contiendas nacionales; qué territorios vaciados de sus minerales ofendidos. Se diría, sin temor al absurdo o la parodia, un territorio lleno de agujeros bien planchados y con sus correspondientes polillas hibernando para más adelante despertar y minar con, por ejemplo, diversas sustancias químicas, el pavimento vetusto y endeble de un Estado afianzado en arcanas formas de representarse y representarnos.
Porque aquí, en esta dulce tierra, todo es cambiable, comerciable y hasta la angustia y los deseos son mercantilmente mensurados por ojos reducidos a mirillas empañadas por aquel usado recurso de la astucia sin fin.
Entonces canjeemos nuestros saldos amarillos por berretines de feria, por estratagemas para perejiles; canjeemos nuestras ganas de comprender qué demonios pretenden hacer con lo que queda de esta dulce tierra, por la idea del país normal, ya que éste es un país normal porque, dicen, en los países normales pasan las mismas cosas que aquí ocurren. Canjeemos las ganas de calefaccionarnos en invierno por la sensación térmica de nuestra imaginación delante de la estufa ? en el mejor de los casos, es decir, un privilegio -; canjeemos nuestras intenciones de tener luz en la noche invernal por el encantador efecto visual de lamparitas de bajo voltaje con forma de velas ? un toque de distinción y romanticismo, por favor -. Pensemos que comer, educarse y trabajar son conquistas nuevamente conquistadas por el olvido ? por lo menos, para más del 50 por ciento de los habitantes de nuestra dulce tierra-
En fin, pensemos que en nuestra dulce tierra ahora sí somos soberanos porque pagamos nuestros impuestos y servicios sin que nos importe demasiado que los Entes reguladores funcionen.
Pensemos que esta época es más ordenada que la anterior, y que se comporta mejor, casi como en todos los países normales, y que no todo tiempo pasado fue mejor. Pum, Pum, Pum. Pum, pum, pum. Banderitas y fotos del mejor país del mundo, con último escalón del infierno incluido!!!
Pensemos en el abanico de posibilidades para abordar la realidad que esta época nos ofrece.
Pensemos que cuando la época se desnuda, en nuestra dulce tierra, exhibe justamente eso: su desnudez arrasada por perfumes y paños fingidos en menstruaciones retóricas; desnudez que perdió las fragancias, los pájaros, las bestias, los latidores corazones. Qué cantidad de huesos mal usados por el tiempo y las mentiras prometidas!!!!.
En fin, pensemos que estas cosas ocurren aquí porque, dicen, pasan en todos los países normales del mundo.
Por Conrado Yasenza
LA CAVERNA DE LA REALIDAD
¿Sigue siendo válido leer los diarios o mirar noticieros de televisión cuando sabemos, ya con una certeza casi infalible, que el poder está siempre por detrás ? o por delante ? de las grandes corporaciones de la industria de la desinformación?. Y cuando me refiero a poder, me estoy refiriendo concretamente al poder económico, a quien si no, y a todos aquellos que le dan sustento arquitectónico y urbanístico. Entonces, ¿es evitable no entrar en el campo de las producciones de sentido de estas corporaciones económico-comunicacionales, y así construirnos una imagen de la realidad?. Y qué realidad es esa que inexorablemente elude el análisis crítico y nos ofrece un universo de 24 horas de información. Alejandro Dolina lo expresó con justeza en uno de esos programas del canal de las noticias sin fin: ?los canales informativos están condenados fatalmente a la repetición.?. Y en la repetición no hay lugar para el análisis crítico, sino espacio para opinadores de todo fuste y calaña. Y entonces, si el análisis crítico está ausente de los medios masivos lo que sucede es que nos absorbe una distorsiva cinta de moebius en la que quedamos atrapados como quedaban los insectos de nuestra niñez en las viejas lámparas de luz violeta. Es decir quedamos confortable y paranoicamente presos de un microondas comunicacional que refrita el sagrado recorte de la realidad y nos deja alelados y temerosos. Y ya sabemos: el miedo no es tonto, pero el terror es asesino. Porque el terror es la profundización de un temor que nos desborda, nos invade y que termina dejándonos gravemente idiotizados. El miedo paraliza, el terror mata e inhibe la necesidad de indagar sobre nuestros verdaderos conflictos sociales, sobre nuestra propia vida; desactiva interrogantes y promueve la sociedad del entretenimiento y el consumo, que es lo que difunden hoy los medios masivos de comunicación.
Cuánta soledad rondándonos. Si hasta ya es común oír hablar a todo el mundo periodístico-televisivo de una antigua pastilla paliativa de la angustia, el Rivotril, como si hablasen de chupetines de colores recién descubiertos.
Entonces digo, y sin dudarlo: el periodismo no está en los medios masivos de comunicación. Y si se encuentra allí, está muerto. El periodismo está en todas aquellas publicaciones y personas que vuelven a la calle, que se sumergen en el oro y el barro de la realidad e intentan sacudirla, cambiarla aunque parezca utópico. En todos aquellos que creen en la literatura, la poesía y el arte en general. Es decir, en todos aquellos que creen en la vida. Y esto es una verdad de perogrullo: Qué eran, además de excelentes periodistas, González Tuñon, Arlt, Nalé Roxlo, Walsh, Raab, Briante, Soriano y tantos otros que injustamente olvido ahora. Eran, por sobre todas las cosas, seres sensibles que perseguían la belleza y la verdad en lo que hacían, más allá del periodismo, y dentro de él también. Así es que lo repito: El periodismo de las grandes empresas comunicacionales está muerto, aunque vendan miles de ejemplares y las pequeñas publicaciones, con sus gentes, desaparezcan en un corto o mediano plazo. La corporación informativa ha pactado sólo con sus propios intereses, que no son otros que los del poder económico, y lo saben, como también saben que los pactos se pagan. Y como también sé que estas palabras tienen un costo; me lo han advertido.
Pero como dice Artaud en su Carta a los Poderes: ?... El deber del escritor, del poeta, no es ir a encerrarse en un texto, un libro, una revista de los que ya nunca más saldrá, sino al contrario, salir afuera
para sacudir
para atacar
a la conciencia pública
si no
¿para qué sirve?
¿Y para qué nació?
Por Conrado Yasenza